Tuesday, November 23, 2010

¿Éxito en la Feria del Libro?

Por Daniel Fernández

      Al menos en El Nuevo Herald se le dio bastante covertura al maravilloso acontecimiento de la Feria Internacional del Libro en Miami, porque la radio apenas se ocupó del asunto. Sin embargo, el titular del domingo en El Nuevo, que se refería al segundo día de la Feria “callejera”, el sábado, la da como un éxito.
      Apenas un comentario de un librero refleja tímidamente una realidad que era palpable: muy pocos o casi nadie, compraba libros. Es posible que la merma en ventas se debiera a la crisis; otros se la atribuyen a que aumentaron el precio de entrada de $5 a $8. Es posible que fuera un conjunto de circunstancias lo que causó la caída en picada de las ventas, pero lo cierto es que tanto el viernes como el domingo ―los dos días que la visité durante largas horas―, no sólo eran escasas las personas con libros comprados, sino que hasta la actitud de los visitantes era como de reserva y distancia.
        Voy a explicarme mejor. En años anteriores, uno se daba codazos con la gente que entraba a los kioscos a buscar y registrar. Le quitaban a uno los libros de las manos, especialmente, en los estantes donde estaban los de uso, los de colección. Este año, la inmensa mayoría de los asistentes iba como paseando, y apenas si posaban la vista sobre los libros que se exhibían en los mostradores. Por ejemplo, el domingo por la mañana, que me lo pasé en el kiosco de las editoriales Iduna, de Miami y Absalón, de España con mis amigos y editores heroicos Odalys y Ñico, gran cantidad de personas pasaban distraidamente, empujando los cochecitos de sus niños o bien comiéndose un helado y con la vista en los árboles y en lo bonito del día.
       No exagero. Era la misma actitud y expresión de la gente que va a caminar a Lincoln Road, sin la más leve intención de sentarse en un restaurante o de entrar en una de las tiendas “atrapa turistas”.
       El viernes, cuando estuve (y compré) en el pabellón de México ―país al que se dedicaba la Feria―, era yo el único que compraba, y sólo había tres personas en el recinto. Sin embargo, las zonas de comidas y bebidas tenías siempre colas.
       Pues si el domingo pasaban mirando los árboles, el viernes, baste decir que la inmensa mayoría de los visitantes eran chicos de las escuelas públicas y privadas que estaban más en el afán de divertirse y noviar (según sus edades) que en ver qué libros había a la venta.
        Como lector, disfruté mucho de este evento, conseguí libros que llevaba años buscándolos, asistí a conferencias y presentaciones ―en especial, la de mi amiga Inverna Lockpez y su libro Cuba, My Revolution―, vi la bella exposición de las fotos de Lezama Lima hechas por Iván Cañas y me encontré con muchísimos amigos. Como escritor y vendedor de libros, me pareció esta Feria muy inferior a la del año pasado. Eso, sin entrar en detalles de que algunas grandes figuras literarias cancelaron su aparición.
        Esta opinión me la corroboraron amigos editores, escritores y libreros que me dijeron que el año pasado vendieron cientos de dólares y este año, apenas unos cuantos libros. Uno de ellos, que asistió a la presentación de la Doctora Polo y su libro, comprobó que a pesar de la popularidad de la escritora, cuyo programa Caso cerrado es muy seguido en TV, la inmensa mayoría de los asistentes sólo iba con el fin de verla, hacerse fotos, y conversar con ella, un porcentaje muy reducido llegaba al acto cumbre de la admiración que es comprarle su libro. Algo similar observé en la presentación de Lockpez a la que me refería antes, buen público, muy interesado, pero muy pocos compradores.
         En fin, que la crisis nos sigue golpeando, y si las cosas no cambian radicalmente, creo que para el año próximo mermarán los kioscos de libreros, escritores independientes y editoriales pequeñas para quienes, en algunos casos, esta Feria fue decepcionante, y en otros, un rotundo fracaso.

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